martes, 19 de mayo de 2009

El ciclo sin fin

Cuando cobro mi sueldo soy feliz.

El hecho de saber que tengo mi poca plata en el banco y puedo comprarme algunas de las cosas que necesito, me alegra no sólo el día, sino también la semana. Apenas me informan que depositaron mi dinero, después de haber entrado 25 veces a la web del banco a ver si por milagro figuraba un monto mayor a $2,60, me cambia el humor: tengo buena onda con mis compañeros de trabajo, incluso con los que no me banco, me causan gracia sus chistes, y de todo veo el lado positivo. Es que después de pasar días comiendo arroz con manteca, pensar en la posibilidad de ir al supermercado y comprarme cosas ricas es algo parecido a una maravilla.

Ese mismo día, apenas salgo del trabajo, voy al super de mi barrio con tarjeta de débito en mano (es muy importante cuando uno tiene un sueldo de mierda usar débito, porque al mes siguiente te reintegran un porcentaje del IVA) y compro algunos alimentos y artículos de limpieza. Al día siguiente voy a la carnicería y verdulería (lo que venden es de mejor calidad y más barato que en el super), y con eso termino mis compras del mes, no porque no me guste hacerlas, sino porque no me alcanza para repetirlas hasta volver a cobrar, salvo alguna excepción.

Durante los días siguientes me dedico a pagar alquiler, expensas, luz o gas (depende el mes), teléfono, internet, prepaga, análisis y celular (cable no tengo, no porque no me guste mirar tele, sino porque tengo un sueldo de mierda). Y después de algunos días de tranquilidad empieza lo peor: más de la mitad del mes deseando que llegue nuevamente la hora de volver a cobrar. De a poco las provisiones comienzan a terminarse y recurro nuevamente a los fideos con manteca (o arroz para variar un poco) a la hora de comer. Otra opción es llamar a mi mamá e invitarme a cenar a su casa. ¡Nunca pedir guita prestada! es regla fundamental entre los que tenemos un sueldo de mierda, porque al otro mes tendremos que devolverla y estaremos peor.

Este es el ciclo que se repite todos los meses, al cual ya me acostumbré, aunque no pierdo las esperanzas de poder alguna vez comer asado un día 27.

No hay comentarios:

Publicar un comentario